miércoles, 20 de noviembre de 2013

Los problemas fundamentales del ser humano

El ser humano es un ser complejo, que es racional, que día a día lucha para sobrevivir, y que cada día trata de responder a los problemas fundamentales que plantea su propia existencia. Estos problemas se han resumido en tres,  a saber, la muerte, la vida, y la convivencia. A estos tres problemas intenta responder principalmente el pensamiento de los siglos XIX y XX; tratando de buscar una respuesta que pueda satisfacer la inquietud del hombre, de saber el porqué de su existencia.

El primer problema, la muerte, se nos presenta cuando nos hacemos consciente de ella, morimos y sabemos que morimos, nuestra existencia siempre se encontrará limitada por la muerte. La muerte está ahí como única realidad. Después de ella, se puede decir, que la suerte está echada y ya no soy libre de perpetuarme en el tiempo, sino que soy esclavo, esclavo sin esperanza de revolución.
        Pues bien, a este problemas van a intentar responder varias corrientes de pensamientos y algunos filósofos. Veamos.
-  El evolucionismo ve que el problema de la muerte no tiene solución a nivel individual, pero si a nivel de la colectividad. Los individuos mueren pero la especie continua.
- El marxismo ve en la muerte una realidad frustrante porque choca con el deseo de inmortalidad. La inmortalidad del alma individual no tiene sentido. Si con la muerte desaparece la diferenciación concreta del individuo, tienen; lo limitado y particular se disuelve en lo universal, y la pervivencia individual queda reducida a la cáscara atomística. Por eso, el marxismo va a plantear que el ser humano muere, y que es necesario que muera para que la especie prosiga. La muerte es un problema que no tiene solución. La especie humana vive siempre.
-  El psicoanálisis con Freud a la cabeza, ve que el problema de la muerte solo puede ser superado por la aceptación de esta realidad necesaria, que nosotros no elegimos, pero que es parte de nuestra existencia, y que es la que limita y pone finitud a nuestros deseos.
-  Nietzsche, ve que el problema fundamental del ser humano está en su resignación, y por lo tanto, la muerte, aparece para él, como una tarea heroica.
-  Sartre ve la muerte como la vuelta a la nada. Y Heidegger, ve la muerte como la posibilidad más peculiar, irreversible e inseparable de nuestra existencia. La muerte de la que nadie nos puede librar, es el fin o terminación, con ella llega la totalidad de nuestra existencia, o sea, a su fin.

El segundo problema que se plantea es el problema de la vida. ¿Cuál es el sentido de la vida, de la existencia humana? Así surgen un sinnúmero de respuestas, tratando de resolver el problema de la vida. Veamos algunos puntos de vista.
-  Los evolucionistas ven la vida no como algo monótono, sino como algo diverso, intensa, en constante movimiento.
-  Los marxistas ven que la vida es un problema porque se desarrolla en un espacio-temporal. La vida condicionada por el espacio y el tiempo. Por eso, el marxismo sostiene que el individuo no puede solucionar los problemas ante el espacio-temporal, pero si la especie. Ante la naturaleza, el ser humano a medida que avanza va superando las adversidades que le surgen en su propia existencia.
-  Freud ve que el problema de la vida parte de la frustración. Para él, el ser humano es un frustrado de nacimiento, porque sus deseos no siempre pueden ser complacidos. El actuar del ser humano es condicionado por el subconsciente, el cual es impulsado por el líbido, que es todo lo que impulsa a la búsqueda de placer. Este deseo de placer choca con la experiencia, la cual no nos complace todos nuestros deseos, no los puede satisfacer todos, y por lo tanto, la vida es una continua frustración. Este problema de la vida solo se supera con la integración a la realidad, esto es, asumir la realidad limitante y frustrante de que no todo lo que deseamos  se nos puede complacer.
-  Sartre ve la vida como absurda. Las cosas carecen de sentido y de fundamento, y las acciones del hombre no tienen valor. La vida es una aventura absurda donde el hombre se proyecta continuamente más allá de sí mismo, como si quisiera hacerse Dios.
-  Heidegger ve la vida como angustia, por el hecho de que el hombre se encuentra arrojado al mundo, en un sistema ya preestablecido, y que le es impuesto, lo que hace que su existencia sea inauténtica. Esta inautenticidad es la que produce la angustia.

El tercer problema, es la convivencia. La experiencia nos muestra que el más fuerte quiere y busca imponerse al más débil. Veamos cómo se responde a este problema.
-  El evolucionismo sostiene que en la convivencia reina la ley del más fuerte. La selección natural. El más fuerte, el que mejor se adapte, sobrevive.
-  El marxismo ve que en la convivencia hay frustración por la lucha del hombre contra el mismo hombre, por lo que este problema se resolverá en el futuro, en el cual el hombre dejará de ser un lobo para el hombre, en donde ame y sea amado. Se resuelve con la llegada de la sociedad comunista, con la desaparición de las clases sociales.
-  Freud sostiene que en la convivencia, todos tenemos el deseo de placer, el cual se soluciona con el respeto mutuo.
-  Nietzsche sostiene que los que tienen valores cristianos tienen que resignarse al poder del superhombre. Este superhombre es el fundamento de su propio actuar.
-  Sartre, la convivencia es aceptar la realidad de que me objetivizen, de ser para el otro un mero objeto.
-  Heidegger ve que el hombre constitutivamente es un proyecto en el mundo, y estar en el mundo significa originariamente convertir el mundo en un proyecto de las acciones y de las actitudes posibles del hombre.

Después de hacer planteado los tres problemas fundamentales del ser humano, hago una breve conclusión sobre estos tres problemas ya planteados.

La muerte está ahí, como dice Heidegger, es la mayor posibilidad de las posibilidades. Algunos existencialistas sostienes que la muerte está ahí como única realidad, después de ella la suerte está echada, y no somos libres de perpetuarnos. Este es una concepción bastante fatalista de la vida. Creo que la muerte debe de ser vista y asumida como la esperanza de otra vida para aquellos que viven la vida en sí, es vivir para una gran idea que supera a la propia vida, la sublima y le da un sentido a la existencia. La única verdadera salida está precisamente allí, donde no hay salida alguna para el juicio humano.
Con la muerte pasamos a la trascendencia. Para esto, la vida en el mundo nos ofrece una gama de opciones para elegir desde cual asumimos la realidad de la muerte. Una de ellas es la religión, y en nuestro caso particular, el cristianismo, para el cual la muerte no es el fin de la existencia, no es lo absurdo de la vida, sino el paso a la trascendencia, la esperanza de una unión con lo trascedente, con lo supremo. Por lo tanto, lo importante para el hombre, es ver y asumir la muerte no como el devenir en la nada, sino como un proceso  que es esencialmente constitutivo de la realidad humana y a través de la cual se le da un sentido, una orientación a la vida.

El segundo problema es la vida. Me preguntaba si en realidad este es un problema, y verdaderamente que lo es. Lo primero es, ¿Qué sentido tiene la existencia humana? ¿Hemos sido arrojados al mundo? ¿Es algo no elegido por nosotros? Para responder a esta cuestión me acerco un poco a Sartre, pero cristianizándolo un poco.
La vida se constituye o se desarrolla a partir de la proyección que tenga el hombre, esto es, que el hombre es creado en la libertad, por lo tanto, sus acciones tendrán  como fin la búsqueda plena de una libertad que plenifique la vida, que plenifique su existencia. En base a esta libertad el hombre construye su vida eligiendo y definiendo su existencia.
Por lo tanto, pensar en el mañana, fijarse una meta, tener preferencias, todo eso supone creer en la libertad, aun cuando muchos aseguren que no tienen esa creencia. Es saber y estar plenamente seguro de que esa libertad superior existe, y que es esa libertad la única que puede fundamentar la Verdad, fundamentar nuestra existencia. Esta libertad es la que da capacidad para creer que la vida, la existencia humana es para trascender los límites del espacio-tiempo, no importando la forma que sea, ya que esta trascendencia está condicionada por los valores religiosos y culturales en la que se desarrolle la existencia del individuo.

El problema de la convivencia, es un tanto complejo, pues cada hombre es libre, pero debe de saber vivir su libertad. Cuando buscamos la libertad, nos damos cuenta de que mi libertad depende también de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros también depende de la mía. Ciertamente la libertad como definición del hombre, no depende de los demás, pero en cuanto compromiso, estoy obligado a querer, al mismo tiempo que mi libertad, la libertad de los otros; no puedo tomar mi libertad como fin si no tomo igualmente la de los demás como fin. Esto es, que no solo soy responsable de mi mismo, sino que también soy responsable de los demás.  Una conciencia plena de la libertad y de la responsabilidad para con uno mismo y para con los demás, son el fundamento y la base para resolver el problema de la convivencia.
Solo el sentido de libertad y responsabilidad pueden vencer la voluntad de poder, del más fuerte, la imposición; y también contrarrestan a aquellos que ven a la persona como un simple objeto. Esta libertad y responsabilidad en el lenguaje cristiano se interpreta como “amor”, el cual nos lleva a una sociedad, a una convivencia parecida a la que plantea el marxismo, solo que a mi punto de vista, se diferencia por la forma de llegar a ella. El marxismo a través de la revolución, y la imposición de un sistema; y el cristianismo a través del amor, amor que nos hace consciente de nuestra condición humana y social, en donde todos somos iguales, en donde todos somos hijos de Dios.

Bibliografía.
Antiserri, D; Reale, G. Historia del pensamiento filosófico y científico. Tomo III. Herder. Barcelona. 1988.
Camus, A. El mito de Sísifo. Alianza editorial. Madrid. 1988.
Sartre, J. El existencialismo en un humanismo. Editorial Losada. Buenos Aires. 1998.

Urdanoz, T. Historia  de la filosofía. Tomo V, VI, VII, VIII. BAC. Madrid. 1994.

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